"Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero".
Antonio Machado
Aprovechando la cercanía de la capital andaluza con Madrid gracias al tren AVE, realizamos una corta visita a Sevilla. Nos hubiera encantado permanecer más tiempo para poder recorrer pausadamente sus calles y visitar con calma alguno de sus monumentos más emblemáticos.
Nada más bajarnos del tren en la estación de Santa Justa nos dirigimos hacia la Plaza de España, que a aquellas horas de la mañana ya empezaba a recibir a los primeros turistas, pero que aún estaba tranquila.
Las calesas tiradas por caballos, los puestos de abanicos y
souvenirs, hasta las gitanas dispuestas a desvelarte el destino oculto en la palma de tu mano, ocupaban ya sus puestos para comenzar la jornada.
Poco a poco, la plaza se fue llenando de gente, la mayoría cámara en mano dispuestos a inmortalizar el lugar, así como algún que otro artista callejero que amenizaba la escena con sus habilidades. La verdad es que es una plaza viva, siempre transitada y bulliciosa.
Tras un breve descanso en el Parque de María Luisa, bajamos hasta el río, pero de momento no íbamos a cruzar a la otra orilla, y desde esta nos dirigimos al centro.
Una vez en el casco histórico, nos encontramos con algunos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad: la Catedral, la Giralda y el Alcázar, para perdernos luego por el barrio de Santa Cruz y la Judería.
Tras tapear algo para comer (el ambiente de
tapeo era increíble a aquellas horas, y se prolonga hasta bien entrada la tarde), ahora sí nos dirigimos de nuevo al río, para cruzar por el puente de Triana y pasear por el barrio del mismo nombre.
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Barrio de Triana desde la otra orilla del Guadalquivir. |
Como estábamos al final del otoño, en breve empezaría a anochecer, dejándonos esas horas unas bellas estampas de la ciudad iluminada.